jueves, 31 de diciembre de 2009

HISTORIA DE UNA GRIPE COMUN O CATARRO

Días atrás estuve enfermo de una gripe común, más conocida como catarro, de ésos que te hacen sentir mal todo el día. Provoca congestión nasal y pesadez en la cabeza. Un cuadro fatal que no te deja trabajar normalmente. El catarro es una enfermedad viral que anualmente contagia por lo menos a mil millones de personas en el mundo. Al tercer día de mi catarro, decidí pasar por una botica o farmacia del valle para comprar algún medicamento que me ayude a tolerar de mejor manera mi resfrío. Lamentablemente, en las boticas y farmacias se negaron a vender un medicamento para el catarro, por prohibición (decreto) del gobierno de la revolución ciudadana de Rafael Correa, si no había de por medio la receta de un profesional médico. El problema se agrava, y sobre todo para la gente más pobre, desde que el médico particular por una simple consulta te cobra cuarenta dólares (–el salario mínimo vital del trabajador ecuatoriano es de 220 dólares al mes-), a los que debes agregar el valor de las medicinas. Es decir, para paliar o aliviar un simple catarro, en este país te cuesta más de cuarenta dólares. ¡Qué locura, verdad! Antes ibas a la botica y adquirías un antigripal. Punto.

Claro, quise ahorrarme cuarenta dólares que no los tengo por culpa de la revolución ciudadana. Fui al Centro de Salud de la ciudad de Tumbaco, a quince minutos de Quito. Lo que vi allí me pusieron los pelos de punta. Todo estaba sucio, la basura ya era de todos. Haciendo tripas corazón porque ya estaba adentro, fui a la ventanilla de “información”. No había quien atienda. Esperé algunos minutos. Como no estaba el funcionario(a), busqué alguien que me diera información. Una persona, probablemente enfermera o burócrata, me dijo que el doctor que atendía “los casos de gripe o catarro”, había tenido que ir a otra ciudad; que el único que me podía ayudar era el Director del Centro de Salud. Toqué la puerta de su oficina. Salió el doctor y me dijo que espere, que estaba con una paciente y que luego me atendería. Mientras tanto, pude observar muchas pacientes mujeres que esperaban turnos probablemente con otros médicos. Había una docena de niños pequeños entre tres y seis años de edad que jugaban en un piso de cerámica mugriento, con tapas de refrescos, papeles, plásticos, botellas de agua vacías, etc. En un rincón había un tacho de basura en donde jugaban varios pequeños; sus caramelos caían al piso, ellos los recogían y lo volvían a su boquitas inocentes. No podía creer lo que estaba viendo. En eso salió el Director y la paciente. El médico me dijo espere, ya vengo en un momento. Se demoró como quince minutos, pero andaba por el pasillo del Centro de Salud, como un pavo real, y me decía “ya le atiendo, ya le atiendo”. En algún momento, me hizo pasar a su oficina. Vi con asombro que no había ni un lavabo de manos. Me preguntó los síntomas que tenía, me hizo sacar la lengua, luego puso su estetoscopio en mi pecho y espalda, y me hacía respirar. Me dio una receta y me dijo “la receta la tiene que comprar en una botica o farmacia porque el Centro de Salud no tiene medicinas”. Salí presuroso, casi huyendo de ese lugar, impresionado por lo sucio y falta de atención. El doctor me había recetado quince pastillas de Nastizol, que es un antigripal que ayuda a eliminar la congestión nasal. El costo no llegaba a cuatro dólares en las farmacias.

Cuando salí del centro de salud, pensé en las “cadenas nacionales” que invaden nuestros hogares todos los días, a toda hora; pensé en las propagandas de radio y televisión que violentan nuestros derechos a la libertad de expresión; pensé en las mentiras que difunde el Gobierno de Correa cuando dice: “que la patria ya es de todos; que la revolución ciudadana está en marcha (tres años); que la salud ya es de todos; que los hospitales están abastecidos de medicinas gratuitas; que existen cientos de médicos incorporados a los hospitales públicos y casas de salud, en cada ciudad, cantón o pueblo de esta patria”. Cuando pienso en la propaganda al estilo nazi de la que somos víctimas los ecuatorianos, se me revolvió el estómago de rabia y decidí denunciar con mi estilo, lo que se le hace al pueblo ecuatoriano.

Los médicos ganan un salario que les paga el pueblo. Deben cumplir sus obligaciones, cumpliendo el juramento de Hipócrates o juramento hipocrático cuando se recibieron de médicos. Qué hablar del Director del Centro de Salud de Tumbaco, de la suciedad, etc. Correa debería entregar medicinas gratuitas o al menos con precios económicos. ¿Verdad Presidente? Lo único por lo que valió la pena ir a esa casa de salud, es porque pude constatar personalmente lo que la mayoría de ecuatorianos ya conocíamos, que la salud no es de todos; que los hospitales y centros de salud del país no disponen de medicinas para los pobres de esta patria; que con la salud del pueblo se juega todos los días.

Después del tétrico panorama observado en el Centro de Salud de Tumbaco, lo mejor es acostarse en la cama y esperar lo que Dios mande si no se tiene dinero. Ir en busca de ayuda a esas casas de salud puede ser fatal para el enfermo, por un probable contagio, el estrés, etc. Esta es la verdad. No existe nada que este gobierno haya hecho por la salud del pueblo ecuatoriano. Rafael Correa debe terminar con los gastos millonarios de propaganda de falsedades y mentiras. Debe derogar el decreto por el que prohíbe la venta de antigripales. Los dineros de la farsa propagandística deben ser utilizados en dar salud al pueblo. Basta con la farsa del socialismo del siglo XXI ¡¡BASTA YA!!

patriciod.blogspot.com

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