domingo, 24 de octubre de 2010

PRIMERO MUERTO QUE PERDER LA VIDA

Ya habíamos notado que al Presidente Correa le encanta copiar lo que otras personas hacen, como disfrazarse con camisitas sin cuello; sonreír sin gracia y por nada. El copia lo que no debe copiar de Chávez por ejemplo, como la conducción del país. Copia el estilo del ex ministro Arboleda (Gobierno de Gutiérrez), de abrirse la camisa ante las cámaras mostrando el pecho y pedir que le maten. Copia de Sixto Durán (ex Presidente de Ecuador) sus palabras de “Ni un paso atrás”, cuando la guerra de Ecuador y Perú. Copia al Che Guevara cuando dice “Hasta la victoria siempre”. A los miembros de las FARC de Colombia, cuando dice “el compañero Chauvín” y lo va a visitar a la cárcel; “el compañero Aisalla”, etc. etc.

A consecuencia del último “septiembre negro” para los ecuatorianos, -el ya famoso 30 de septiembre del 2010-, (por la muerte de por lo menos diez ecuatorianos y más de doscientos ochenta heridos de bala), el Presidente Correa, queriendo asegurar y afirmar sobre el intento de golpe estado, creado en su mente, incitado por él, programado por él, provocado por él, cimentado por él, con un único final: subir su inmenso ego y por ende su popularidad que no llegaba al 40%. Viene perdiendo su poca sensatez y cordura si es que la tenía. Por ello, sin vergüenza alguna aparece ante los medios de prensa internacional, para copiando las frases del famoso Chavo del Ocho, decir: “PRIMERO MUERTO QUE PERDER LA VIDA”. (http://www.youtube.com/, Correa vs El Chavo) Que tal.

Se supone que cualquier mandatario de un país pequeño, de uno grande o rico, o pobre, un presidente de una república democrática o no, un rey de un estado cualquiera, un sultán, etc., ha estudiado y se ha preparado durante muchos años para gobernar, para tener una pizca de mando, de estadista, de conocimientos. Aprenden a callarse cuando están primero los intereses del pueblo y no decir en Lovaina, Bélgica que “lloraba de rabia” cuando pensaba en que un maestro universitario que no le enseñó nada le daba clases en la mañana y en la tarde criaba pollos. Como no saben callarse, un Rey mandó callarse a Chávez.

La importancia de la función de un mandatario frente a un pueblo que lo eligió es sin lugar a dudas de extrema importancia para una paz ciudadana, para una democracia. Pero en nuestro país, el que quiere ser líder del ALBA, de Latinoamérica, del Movimiento Revolucionario Latinoamericano, el que insulta y ofende a políticos serios y honestos, a mandatarios de otros países, etc., no puede copiar un chiste por muy bueno que sea. No señor Presidente, usted no puede equivocarse. Usted no aprendió a gobernar, no se preparó para dirigir un país, no aprendió a callar la boca, no aprendió nada de nada. Usted no quiere aprender a respetar a sus conciudadanos. Usted no aprendió a respetar la vida de los ecuatorianos. ¿Por qué será? Qué pena. A lo mejor se le “chispoteó”, porque no puede explicar a los medios y al pueblo que en el Ecuador jamás hubo intento de golpe de estado.

Usted ya estaba al corriente (antes del 30 de septiembre), del malestar que existía en la policía nacional y ejército ecuatoriano. Sin embargo, pese a que muchos ciudadanos le advirtieron, no les hizo caso. Sus mismos asambleístas alza manos le dijeron que no les quite los derechos adquiridos de las fuerzas armadas, pero usted con el veto abusivo a la Ley de Servicio Público, les dijo “ni un paso atrás”, aunque días después dio muchos pasos atrás, reculó, retrocedió ante la amenaza del ejército ecuatoriano. Usted, conociendo del justo reclamo de las tropas, del paro laboral de la policía, se fue a meter en la boca del lobo, a gritar, a insultar, mostrar su pecho y pedir que lo maten. Eso no se hace señor Presidente. Si usted tuviera conciencia y corazón, debería agradecer a los policías que no le mataron antes de perder la vida. Usted pidió que lo maten y ellos desobedecieron su orden. ¿Verdad? Ahora se los persigue con ensañamiento, con odio, con rencor, cuando debería agradecerles por no quitarle la vida.

Si la sublevación de la policía le molesta tanto, debe dejar a las instituciones de justicia para que en forma libre, sin presiones de usted, se proceda a una investigación imparcial. Pero claro, hallarán culpables a personas inocentes, y jamás nadie se atreverá a seguir una indagación en su contra, porque por su culpa se perdieron diez vidas humanas y más de 280 heridos de bala. Eso lo sabe usted, porque usted tiene todo el poder y bajo su mando se encuentran todas las instituciones que usted ya las mató antes de perder la vida, como el Tribunal Constitucional ilegal: la Corte Nacional de Justicia; la Fiscalía del Estado; el Consejo de la Judicatura; el Procurador General del Estado; el Contralor, la Superintendencia de Bancos, de Compañías, etc. La lista es larguísima. Ellos, sus amigos burócratas tiemblan ante su autoritarismo, pero aceptan gustosos sus cargos por la corrupción que viene más acentuada en estos últimos años. Se acusa y se priva de la libertad a quienes reclaman sus derechos, se los acusa de terroristas, mientras su gobierno sacó a las calles a más de diez mil delincuentes, por otro de sus desaciertos, el cambiar leyes penales que deben ser estudiadas como ciencia, por profesionales del derecho, y no aprobarlas por órdenes del mandatario para que sus asambleístas que nada de inteligencia tienen, levanten las manos en sumisión a su majestad.

Vemos que el odio del presidente es sólo hacia los que le salvaron la vida, los policías, pero al ejército ecuatoriano que también se sublevaron y se tomaron el aeropuerto de Quito, de Latacunga, etc., ni siquiera se les inicia una acción o indagación penal. Para ellos la impunidad. Para los policías y supuestos golpistas que no se los ve, el odio, el rencor, el destierro obligado o pase a otras ciudades, apartándolos de sus familias.

Hace muy mal el Presidente Correa en engañar a los países amigos e instituciones internacionales, cuando pretende insistir que sí hubo un “intento de golpe de estado”. Los ecuatorianos sabemos que la policía paralizó sus labores para hacer un justo reclamo que sus superiores no pudieron hacerlo con firmeza al Presidente, y si trataron esos puntos con el Presidente, a él, su majestad le dio igual. Les quitó sus derechos adquiridos y punto.

Correa insiste en que se ha querido vulnerar la democracia. ¿Cuál democracia señor Presidente, si en Ecuador hay una dictadura disfrazada de socialismo del siglo XXI? Usted tiene el poder absoluto, totalitario de las ya acabadas instituciones del estado.

La cacería de brujas ya es de todos. Fueron arrestados 50 policías. Se emitieron órdenes de prisión para policías de la escolta legislativa y para personas que acudieron al Canal de Televisión Pública para exigir ser entrevistados en ese canal, que le pertenece al Estado y no al gobierno de turno y sus esbirros... Amplía el estado de excepción en todo el país, y ¿para qué? No hay conmoción nacional, peor capitalina, ni alteración del orden público. La remoción de policías dejará en la miseria a quinientas familias. Este sí es un drama real señor Presidente.

Compatriotas, nos ha quedado una lección enorme para los días venideros, lección que nos servirá para que en nuevas elecciones podamos elegir hombres nobles, honestos, que piensen y actúen en beneficio del pueblo. No a la demagogia. No al populismo. No a los improvisados. No a la corrupción. No olvidemos los muertos y heridos. No queremos vivir con miedo, con desasosiego, con espanto, con temor, con incertidumbre, con inseguridad jurídica; con inseguridad ciudadana; los muertos podemos contarlos por centenares porque los pillos están en las calles y otros en los cargos burocráticos, pero para ellos no hay prisión. El Ecuador seguirá a la deriva, sin timón, mientras no exista la voluntad de Correa para dar seguridad a los inversionistas de capitales nacionales y del extranjero, con leyes que permitan que se amplíen las fuentes de trabajo y no seguir manteniendo el índice más alto de desocupación en el mundo.

Cuantos pudimos ver en los medios televisivos del país, (en vivo y en directo), mirábamos asombrados como se daba bala por parte de los militares, desde la calle, hacia el frontis del hospital policial en dónde habían decenas de enfermos, el mismo Presidente, médicos, enfermeras, periodistas, niños, madres parturientas, etc. Esas imágenes debemos mantenerlas en nuestra memoria como un recuerdo de lo que la violencia gobiernista puede desatar, cuando no existe libertad, sino autoritarismo, la dictadura del poder.

Nos preguntamos los ecuatorianos: si verdaderamente el Presidente estuvo secuestrado (particularmente me niego a creerlo), ¿Cuál fue el loco que dio la orden y mandó a más de 500 uniformados y pertrechados hombres del ejército con tanquetas y con armamento como para ir a una guerra, para atacar un hospital con unos pocos policías armados con sus pistolas de dotación, mientras otro grupo policial resguardaba la vida misma del Presidente? ¿Cuál fue el idiota que mandó por un lado a civiles y por otro al ejército para “rescatar” al Presidente? De esta enorme lección, saquemos como conclusión de que no podemos perder nuestra libertad de pensamiento, nuestra libertad de expresión, nuestros derechos connaturales. No queremos señor Presidente que nos silencie, que nos adviertan de amenazas de muerte, de juicios ilegales y parcializados con amenazas de cárcel; no queremos que nos acusen de terroristas; no queremos ser víctimas de su incapacidad para gobernar.

patriciod.blogspot.com

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